Mapa de sitio de Puerto Gaboto: del cartógrafo español, Juan de la Cruz Cano y
Olmedilla de 1775, publicado en 1799. Se observa al norte del río Carcaraña a la
reducción de calchaquíes.
Rosario, sin rito de fundación y acta con sellos, debería ser refundada desde sus cobrizos orígenes
Pensar que la noble y europea ciudad de Rosario haya
surgido de un asentamiento de naturales paridos en las más cobrizas tierras, y
no de descubridores y conquistadores de lo ajeno, preocupa a los que inventan
un pasado de castellanos linajes de mercenarios, contrabandistas y traficantes
de armas que luego levantaran sus palacetes en el Paseo del Siglo.
“Las tribus calchaquíes, originarias del noroeste
argentino, afincadas en parte de los que hoy es Salta, Tucumán y Catamarca
conocieron a la llegada de los españoles los tropiezos del choque entre ambas
civilizaciones. En ese esfuerzo por prevalecer, algunos no reprimían su
belicosidad, y otros más tranquilos fueron encomendados en Santiago del Estero,
cerca del río Dulce”, indica Amadeo Soler en la
“Historia de Puerto Gaboto, Siglo XVIII”, publicado en la revista
Historia de Rosario, N° 39 , de 1989.
El historiador
explica que los calchaquíes que no se dejaron someter fueron reprimidos por
Gonzalo de Abreu y Juan Ramírez de
Velazco, gobernadores en 1577 y 1588. Se
fueron desplazando al sur y llegaron al río Salado, cerca de la actual capital
santafesina, “bajo un régimen de reducción guiado por frailes
franciscanos”, agrega.
Pero, los originarios de esa zona: mocovíes,
guaycurúes y abipones los fueron corriendo y los calchaquiés llegaron a
instalarse a orillas de los ríos Carcarañá y Coronda.
En tanto, el considerado primer historiador y
periodista de Rosario, Pedro Tuella, quien en 1802 colaboró con el célebre
Correo Historiográfico del Río de la Plata, dejó su registro: “Godoy vino a
Rosario con los calchaquíes o que los calchaquíes vinieron con Godoy”. Ese
grupo de indígenas fueron contratados para trabajar en lo del Capitán Gómez
Recio”.
“El cacique Tomás Lencinas como cabeza principal de la
tribu era con quien debían contratar las autoridades administrativas españolas
mientras, Francisco de Godoy pactaba con el dueño o el capataz de la estancia”,
agrega.
De esos datos surgieron los debates, disputas y
ocultamientos. Wladimir Mikielievich, también en la revista antes mencionada,
asegura que en base a los documentos de la época “hasta el 28 de julio de 1741,
no se asentaron en esta región, contrariamente a la teoría que sostiene
Sebastián Soler que una reducción de indígenas en 1720 ya habitó con el nombre
de Nuestra Señora del Calchaquí adorando una virgen de ese nombre”.
Pero, Gustavo Ernesto Demarchi afirma: “Los primeros
rosarinos eran indios”. En su “Hipótesis calchaquí” (2009), el investigador
indica: “Se ha sostenido que Rosario no tiene acta de fundación y que no hay
constancia fehaciente de que dicho trámite haya ocurrido alguna vez. Se dice,
que la que ahora es gran urbe, primero fue un lugar de paso y un paraje apenas
conocido; a continuación, se convirtió en un caserío ribereño; luego devino en
un villorrio que fue adquiriendo el perfil de pueblo extenso; finalmente,
promediando el siglo XIX, sería reconocida como ciudad”.
También consigna que esos “primeros moradores,
provenientes de la reducción indígena del Salado Grande ubicada al norte de la
ciudad de Santa Fe, que fuera desbaratada por los agresivos abipones en 1706,
al migrar conservaron una imagen tallada en madera de la Virgen Nuestra Señora
del Rosario”, como consecuencia de las enseñanzas coloniales de los religiosos.
Los españoles asentados en nuestra ciudad no contaban
con una reliquia de peso. “Hasta la llegada de Godoy y sus indios amigo”, la
Virgen de la Concepción era la patrona de la región (una zona imprecisa que se
encontraba, bordeando el Paraná, entre los límites naturales fijados por el río
Coronda al norte y el arroyo Arrecifes al sur)”, explica el historiador
fallecido hace dos años.
En su costumbre de apoderamientos varios, los
españoles también tomaron a la reliquia que tenían los calchaquíes y la entronizaron en la capillita levantada para ella.
Dicen los registros que el padre Ambrosio Alzugaray, logró que “las autoridades
eclesiásticas de Santa Fe negaran a los indios el derecho de propiedad de la
impoluta figura, la que quedó en custodia de los estancieros españoles y de
dicho sacerdote. Otros afirman que los calchaquíes entregaron voluntariamente
la Virgen sin que se apelara a artilugio o a intimación alguna”, resalta
Demarchi.
Y afirma: “Los aborígenes no sólo fueron los primeros
rosarinos, 130 años antes de que el Pago de los Arroyos se convirtiera en
ciudad portuaria de importancia, sino que, al instalar la preciada imagen
religiosa en lo que hoy es el centro institucional de la población, le dieron
el nombre que habría de perdurar hasta nuestros días. Esta doble circunstancia
les otorga a los nativos una indiscutible paternidad fundacional, tanto
material como simbólica, que debería ser reconocida con amplitud y franqueza
por parte de los actuales habitantes de la ciudad. La hipótesis, sin embargo,
ha sido combatida denodadamente”.
En otra fuente consultada, la “Cronología Histórica de
Puerto Gaboto”, el profesor Ricardo
González, registra: “En 1730, un orden escrita del 23 de marzo manda al cacique
Tomás Lencinas (calchaquí) que forme sus tolderías y ocupe el fuerte del Paso
del Carcaraña (Puerto Gaboto) para protección de viajeros y para que combata a
indios sublevados. (Orden del gobernador
de Bs As don Bruno de Zabala)”.
“Agrega: “1734-1740: Existencia de poblado de indios y
guardia del Carcarañá en el Rincón de Gaboto (Pueblo llamado Calchaquí). 1740:
Una parte importante de los indios calchaquíes se traslada hacia el sur dando
origen al núcleo que luego será Rosario”.
Sobre los calchaquíes, resistentes al ingreso de
invasores quechuas o grupos llegados desde el actual Chile, como los kilmes,
hicieron con estos acuerdos al instalarse en los Valles. Pero, la derrota ante
los españoles al mediar el siglo XVII, tras el levantamiento de Felipe
Calchaquí, antes de entregarse muchos fueron trasladados al sur bonaerense.
Entonces, algunos historiadores franceses afirman que en medio de ese éxodo,
algunos quedaron cerca de la ciudad de Carcarañá.
No hay relatos ni leyendas sobre algún rito
fundacional cristiano. Los calchaquíes, si bien colonizados y sometidos por la
cultura impuesta a sangre, no eran de andar fundando ciudades como los
conquistadores. Al ser nómades, sus
asentamientos eran precarios y en cada lugar no clavaban mojones, leían actas,
pronunciaban solemnes discurso o hacían que un escribano registrara el hecho.
Se supone que el afincamiento en el lugar debía ser
impulsado tras el largo peregrinaje y
huidas, en 1723.
Tuella, “cronista que formuló la incómoda teoría del comienzo indio en las páginas del periódico porteño “El Telégrafo Mercantil”, fue recaudador de impuestos para la Corona y se estableció en la ciudad de Rosario en 1789, o sea, apenas 64 o 66 años después de la llegada del clan calchaquí sedentarios a la región. Mucho tiempo después, cuando ya este centro urbano lucía orgulloso su vertiginoso progreso, Juan Álvarez, hijo dilecto de la ciudad, se ocupó en desmentir el argumento de Tuella y llegó a la conclusión de que, si bien no se cuenta con acta de fundación, ni se conoce al fundador, de seguro fueron españoles quienes hicieron la ilustre faena. Postura que, de todos modos, es más racional que la que todavía circula por determinadas congregaciones católicas, que atribuyen la gesta fundacional a la mismísima Virgen”, sostiene Demarchi.
Tuella, “cronista que formuló la incómoda teoría del comienzo indio en las páginas del periódico porteño “El Telégrafo Mercantil”, fue recaudador de impuestos para la Corona y se estableció en la ciudad de Rosario en 1789, o sea, apenas 64 o 66 años después de la llegada del clan calchaquí sedentarios a la región. Mucho tiempo después, cuando ya este centro urbano lucía orgulloso su vertiginoso progreso, Juan Álvarez, hijo dilecto de la ciudad, se ocupó en desmentir el argumento de Tuella y llegó a la conclusión de que, si bien no se cuenta con acta de fundación, ni se conoce al fundador, de seguro fueron españoles quienes hicieron la ilustre faena. Postura que, de todos modos, es más racional que la que todavía circula por determinadas congregaciones católicas, que atribuyen la gesta fundacional a la mismísima Virgen”, sostiene Demarchi.
Al igual que Alvarez, muchos historiadores modernos
tomaron por desquiciado a Tuella y su “Leyenda calchaquí”. Los ilustrados ocultadores
de los cobrizos pasados, prefieren que sean blancos y españoles los primeros
habitantes de Rosario. Así se nombra a Gómez Recio y Santiago Montenegro, carreteros
y ocupantes de campos que se instalaron en la zona, pero no en zonas donde no
hubo crecimiento urbano.
Al estar regidos por leyes occidentales, cristianas y
capitalista, la “apropiación jurídica” con concesiones reales, escrituras con
sellos y todo eso, se consagraron como pioneros a Luis Romero de Pineda y
Antonio de Vera Mugica.
En tanto, el
nombre de Godoy, cercano a los cobrizos, casi vuela del barrio y avenida que lo
recordaban. Lo advertía Tuella: “Lo que ocurrió en realidad, es rechazado en
aras de cierta vanidad localista impregnada de prejuicios racistas. Porque,
digámoslo de una buena vez: a Rosario de Santa Fe la fundaron los indios
calchaquíes”.
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