Gabriel Andrade con los Angelellis |
"La estructura de la Iglesia no favorece al ideal evangélico de igualdad”, Gabriel Andrade del grupo Angelelli y formador bíblico
Lo que sucede en el Vaticano, con motivo de la elección del nuevo Papa, no afecta directamente a la realidad concreta de las comunidades, no está en consonancia con la que gente vive. Pero, se ve una oportunidad para que la Iglesia cambie”, dice el padre Daniel Siñeriz, de la capilla San Joaquín y Santa Ana, de Nuevo Alberdi.
“Hay que mirar hacia atrás, mirar el presente y ver a la gente y cómo está. Se debe retomar el mensaje del Concilio Vaticano II (1962-1965), que en los últimos tiempos fue puesto a la sombra. Ese Concilio significó un esfuerzo para desentralizar el poder de Roma, buscar una administracón con autonomía de las iglesias regionales y episcopados, no puede estar todo tan centrado en la figuar del Papa”, señala el religioso de 63 años, quien también trabaja en el Psiquiátrico Agudo Avila.
En tanto, para Gabriel Andrade, del Grupo Obispo Angelelli y formador bíblico del Centro de Estudios Filosóficos y Teológicos de Córdoba: “El Vaticano se maneja como una monarquía donde rige la obediencia, no la democracia. No es hereditaria porque no tienen hijos, pero eligen al sucesor”, remarca a La Capital.
Ambos resaltan que en el cónclave, las Conferencias Episcopales no tienen representante. “Se dice que los cardenales están inspirados por el Espíritu Santo, pero son elegidos por el Papa”, explica Andrade.
Siñeriz indica los cardenales, consultan a obispos cercanos, pero no llevan un mandato de los fieles. Agregó: “América latina tiene 19 cardenales, pero Estado Unidos con un 25 por ciento de los fieles, cuanta con 14 purpurados”.
Admite que “tampoco afecta mucho el cambio en el Vaticano, porque la figura del Papa también se opacó. La Iglesia se fue encriptando, cerrando”. Al consultarlo sobre el uso del latín, explica que “usarlo en el imperio romano significaba que todos lo entendieran porque era el idioma vigente. Pero ahora no integra más”.
También advierte qu “en los años 80 se realizó una consulta popular en el que la gente opinaba sobre la Iglesia. Fue un sondeo que abarcaba muchos temas y despertaba a la participación de la gente. El Episcopado la publicó como líneas para una nueva evangelización, pero quedó oculto porque apareció en el Vaticano una directiva para el Jubileo del 2000”, explica.
Sobre cuestiones que alejan personas de la institución, señala que “decimos que se van porque están distraídos, obnubilados y llevados por la vida moderna, pero parece que la culpa la tuviera siempre la gente y no miramos cómo nos comportamos desde la Iglesia”.
“Pero, tengo esperanza y me quedo en la Iglesia. Vengo de Mar del Plata, donde realizamos un encuentro de comunidades eclesiales de base con mucha participación y un claro compromiso social y político, pero a nivel de un pequeño grupo”, resalta
“Desearía que cambios en la mente y en la actitud de los cardenales el concepto de poder, no se debe ser más que el otro, sino servir al otro, como hacía Jesús. Se requiere una autocrítica profunda, que hoy está lejos de verse, ya que tras el brevísimo papado de Juan Pablo I se entró en una etapa involutiva que dejó atrás la apertura al mundo y el proceso de descentralización interna inaugurados por el Concilio Vaticano II. También debe existir el reconocimiento de la mujer. La gente pide una Iglesia más abierta. Cuando hay más rigidez, hay más fisuras”, sostiene el cura de Alberdi.
“En las primeras comunidades cristianas no importaba la condición social y el sexo. Las estructuras del poder se horrorizaban cuando una mujer o un esclavo prersidían una comunidad. El cristianismo fue considerado altamente subversivo. Por eso se buscó extirparlo”, explica Andrade, nacido en Rosario en 1965 y autor del libro “Teología desde el camino. La dimensión política de la fe” (2008).
Agrega que “Ekklesia en griego, ecclesia en latín, e iglesia en castellano, tenían un sentido político y no religioso: la asamblea. Se veían como asamblea con la participación de todos. Así, la decisión de la Iglesia, es del Espíritu Santo, cuando es decisión de todos”, señala el graduado en el Instituto Politécnico Superior.
Andrade, tras pasar por a Universidad Tecnológica Nacional de Rosario, se dedicó a la docencia en Matemática, Física y coordina el portal www.teologiadesdeelcamino.blogspot.com. “Mi vieja era más papista que el Papa y mi viejo fue metalúgico y sindicalista, mi hermano era militando y sindicalista de base metalúrgico. Tenía un hermano militante que debió exiliarse y llegué a la Teología de la Liberación, peroy soy respetuoso de otras. Los evangelios son todos de distintas teologías”, sostiene Andrade, autodefinido como “militante cristiano de base”, tiene 48 años, es casado y padre de dos mujeres. Dirige el Instituto Da Vinci de Rosario junto a María Valeria Segura,
“Aquella experiencia generadora de la democracia radical cristiana fue la práctica de Jesús de Nazaret: antidiscriminatoria, antiquerárquica y de fratenidad universal. Eso llevó a que esclavos, libres, mercaderes, soldados, más allá de su clase socil y género forman comunidades que vivían la koinonia (comunión), al poner todo en común”.
“Pero en el siglo IV, el catolicismo toma del Imperio Romano sus formas, su aparato político, los símbolos imperiales y concentra el poder en el Papa, quien dicta cánones y enjuicia, pero no puede ser juzgado en la Tierra”, advierte.
Pero resalta: “La iglesia somos todos los bautizados. El poder de Roma es más político que espiritual y se basa en la infabilidad del Papa. En el libro que escribo señalo que a un tipo que dice que es Napoleón lo encerramos por loco; ¿pero qué decimos de alguien que dice que habla por Dios?”.
Agrega que, como dice el teólogo Leonardo Boff: “La verdad es una construcción comunitaria. Una persona encerrado en el centro de la Roma opulenta no puede saber la verdad. El Evangelio según San Juan dice: “El espíritu sopla donde quiere”, en los libres, en los esclavos, también en los que no tienen patrimonio”, remarca.
Admite que, “la religión es hegemonica, interpreta la fe desdes un lado, de un grupo”. Y propone “una fe en una sociedad de iguales”, además de recordar que “Jesús fue un profeta, no sacerdote”.
Explica que “los sacerdotes no se forman como ministros o servidores. El lavar los pies era un acto de humildad, pero hoy los sacerdotes aparecen como jefes, indiscutibles porque perternecer a la institución les da poder y protección política”.
Con el edicto de Teodosio el Grande, del 27 de febrero del año 380, la fe cristiana, se impuso a todos los habitantes de imperio romano, señala Boff. “Los obispos ascendían a la categoría de los supremos funcionarios del Estado Romano en la figura de los senadores, asumiendo sus insignias, títulos y privilegios. El obispo de Roma y Papa adquirió rango imperial y las fronteras de la Iglesia pasaron a ser las mismas que las del Imperio”.
Andrade también se refiere al tema del poder: “En1983, Juan Pablo II concentra el poder en el Papa. Pero si el poder se ejerce como una monarquía absoluta, tal forma de ejercerlo es un abuso de poder, carece de fundamento teológico y puede equivales a una usurpación del poder”.
Concuerda con Boff cuando señala que “la estructura de poder de la institución católica, centralizada, piramidal, absolutista y monárquica no favorece el ideal evangélico de igualdad, de fraternidad ni la participación de los fieles. “Más bien cierra las puertas a la participación y al amor”.
En el libro que scribe, Andrade sostiene: “Que en cada parroquia haya un grupo de colabordores y co-responsables de la marcha de la parroquia. Y que se formen cien, mil pequeñas comunidades eclesiales de base en comunión con ella … La Iglesia necesitaría mucho menos dinero y sería asunto de todos.... volver a las fuentes es el remedio, seguro y digno”.
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