Asuela el humo
las paredes de la ciudad
vindicada por dulces anarquistas,
cuando el tiempo
era pan crepitante
entre los dientes del pueblo.
En el risco
de la Pampa Húmeda,
brillando entre el marfil
de la osamenta ya sin dueño,
la hipérbole de la avaricia,
la exégesis del bolsillo
que hiende carne proletaria.
El asfalto ultrajado
por la mueca del rentista
enmudeció las espigas
y llantea en los harapos
la diástole de la soja.
Dibujando la libertad
con su meñique
avanzarán los hombres puros
y restañarán el azogue
de la patria justa.
Aquí vienen ya
los que siempre sangraron,
los que balbucearon grilletes,
a decir: que viva la luz,
que la vida sea un terrón repartido,
que desayune, al fin,
toda la especie.
las paredes de la ciudad
vindicada por dulces anarquistas,
cuando el tiempo
era pan crepitante
entre los dientes del pueblo.
En el risco
de la Pampa Húmeda,
brillando entre el marfil
de la osamenta ya sin dueño,
la hipérbole de la avaricia,
la exégesis del bolsillo
que hiende carne proletaria.
El asfalto ultrajado
por la mueca del rentista
enmudeció las espigas
y llantea en los harapos
la diástole de la soja.
Dibujando la libertad
con su meñique
avanzarán los hombres puros
y restañarán el azogue
de la patria justa.
Aquí vienen ya
los que siempre sangraron,
los que balbucearon grilletes,
a decir: que viva la luz,
que la vida sea un terrón repartido,
que desayune, al fin,
toda la especie.
Eduardo Valverde, 31 de agosto de 2008
dfasdfa
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