Sobre el ausentismo
Notando los disminuido de la asistencia a los juicios a la represión en Rosario, la editorial ha dispuesto presentar una reflexión al respecto. No porque se pretenda realmente comprender, en su globalidad, los factures que han producido este ausentismo, sino como invitación al público, de acompañarnos en este ejercicio de reflexión, para intentar, en conjunto, dar con respuestas, de cuestiones que no vienen de afuera, sino del “nosotros”.
En el marco de los juicios a la represión en Rosario, algo a tener en cuenta es (si bien han sido minuciosamente seguidos por los medios) lo reducido de los grupos que se movilizaron a manifestarse; sea en apoyo a los juicios, en repudio a los represores, en reclamo por las víctimas o en repudio a los propios juicios -por parte de aquellos que hoy día persisten en su creencia de que el proceso supuso una guerra, “la guerra sucia”, y no un aparato dedicado al terrorismo de Estado-; como fuere a los juicios siempre han acompañado, a favor y en contra, movilizaciones de numerosos grupos.
Ante lo cual podemos preguntarnos, ¿Qué es lo que ah cambiado? Y ¿en que es, que hemos cambiado?; para que la asistencia y el seguimiento a los juicios hallan disminuido. Las contradicciones son a nuestro parecer tres:
En primer lugar, estamos en un país cuyos gobiernos están desatendiendo constantemente necesidades, reclamos y protestas. que traducen las que son nuestras urgencias, al tiempo que las mismas tampoco son atendidas por los medios de comunicación; colaborando ésto a una comprensión de los medios como orientadores de opinión pero no de la información inmediata, relacionada con nuestros continuos malestares, sino de su propia agenda política, se condiga, o no, ésta con la del oficialismo.
Ocurre esto en una sociedad que esta asistiendo a un quiebre generacional cada vez mas marcado, a 26 años de la vuelta de la democracia, el proceso comienza a ser visto con otros ojos, no solo por la información que en su momento fue desconocida y con el tiempo develada, si no que justamente por estos “nuevos” ojos, que suponen los de aquellos que han nacido bajo el signo de la “democracia”. Generaciones que si bien han sabido identificarse con lo vivido por sus predecesores, han crecido en una realidad diferente, con sus problemáticas particulares y por tanto con sus propias urgencias. Que en buena medida coinciden con las que no son atendidas por las agendas, ni de nuestro Estado, ni de los medios tampoco.
Combínese esto y podrá comprenderse como es que en buena parte de los grupos que conforman nuestra sociedad, los juicios a la represión pueden terminar por ser, en parte al menos, desestimados. No porque no haya compasión a las víctimas y repudio al terrorismo de Estado, sino porque existen otros temas que nos preocupan y, que a diferencia de los juicios, no sólo no parecen encontrar solución sino que, a sentir de muchos, ni siquiera son atendidos; y eso va en detrimento de la atención y seguimiento a los juicios.
En segundo lugar, conforme con el paso del tiempo, la comprensión y mirada del Proceso ha ido evolucionando (no siempre, no en todos, pero lo ha hecho), ha empezado a cuestionarse respecto del rol de la sociedad civil en el mismo. De considerársela como simple víctima del terrorismo de Estado, se ha pasado a preguntarse si no habría tenido su cuota de responsabilidad, por el modo en que se desencadenaron y prosiguieron los hechos en esta oscura etapa. Lo que por supuesto ha sido motivo de controversias y descontentos. Aquella, no es una acusación fácil de digerir.
Más, aun así, mucho se ha escrito. Intelectuales, pensadores e historiadores han dado sus perspectivas, poniendo hincapié algunos en los grupos revolucionarios, haciéndolo otros en los grupos políticos que históricamente han pactado, previamente a los golpes de Estado, con las Fuerzas Armadas (FFAA), algunos incluso han responsabilizado al pueblo Argentino en su totalidad, por la historia de violencia previa al golpe, que habría venido a facilitarlo. Las opiniones varían, pero con lo que suele haber un acuerdo, es en la responsabilidad de grupos económicos que subvencionaron el Estado de Facto y se enriquecieron sirviendo al mismo; en complicidad, incluso, con la persecución a los sindicatos. Estos grupos, que no han sido juzgados -si es que siquiera fueron investigados- y en nuestro país aun cuentan entre los de poder, continuando impunes.
La comprensión ha ido evolucionando, pero los procesos judiciales en relación a la dictadura han continuado centrados en los mismos actores, es decir en miembros de las FFAA y de Seguridad; y esto puede verse como motivo de deslegitimación. Por un lado porque deja a un grupo, de fuerte presencia en las acciones y decisiones que condicionan la realidad del país, impune. Por el otro, un tanto más subjetivo, desde el punto de vista de cómo es que estos procedimientos nos son presentados.
Es decir, si al juicio se lo entiende como un acto efectivo de justicia que procesa a un criminal, que secuestró, torturó y asesinó, entonces éste puede ser visto como un hecho loable y ponderable. Pero no es ese el modo en que se nos lo presenta, sino que lo hacen como una victoria más de la democracia, como otro paso que nos aleja de aquel pandemonio; y un proceso social de justicia, con semejante pretensión, no puede permitirse dejarlos (a estos otros actores) en su impunidad.
En tercer lugar, una contradicción que no es propia de los juicios en si, sino que de todo lo referente a la época de la dictadura y es, en esencia, que se sigue hablando de dictadura. Suena confuso, pero en efecto es así, cada vez al tratar una problemática que tiene origen en, o se considera que deviene de, el proceso, se lo trata como si fuera un tema propio de la dictadura y en realidad ya no lo puede ser. Nuevamente, estamos a 26 años del último régimen militar, éstos han sido los años de la “democracia”; y por mucho que estas cuestiones tengan origen en aquella desgraciada época, aun persisten hoy en día y ya no pueden, ni deben, ser pensados como del proceso, sino que como de la democracia, en la que han persistido.
La enemistad, resentimiento y desconfianza que hoy día caracterizan nuestras relaciones con las FFAA y de Seguridad son ya de la democracia, independientemente de su origen (aunque mantenga peso). Podría pensarse que es irrelevante pero es, ésta, una cuestión fundamental, pues la insistencia en tratar a estas problemáticas como de la dictadura, supone una negación, enérgica y reiterada, de nuestra responsabilidad sobre estos referentes. Estamos en contacto por sufrir los efectos, no por estar involucrados, pese que muchos -y en mucho- estos conflictos, que no están recibiendo tratamiento adecuado, van de la mano con nuestros mas hondos malestares.
Finalmente, estas tres contradicciones entran en juego con el que es, ciertamente, uno de los factores más críticos y problemáticos de nuestra sociedad, a saber, la falta de cohesión. Falta de la que no solo se deriva la baja solidaridad -de la que si conocemos es por la nostalgia que va dejando su ausencia- sino que nos afecta también en nuestra creciente dificultad para lidiar con el otro; es decir, al que nos es extraño, difícil de comprender, contradictorio. Vivimos en una creciente intolerancia, en la que no es de extrañar la imposibilidad de la generación de consenso, porque consenso significa, por presupuesto, desacuerdo.
Y el desacuerdo significa necesariamente enemistad, confrontación, y el único modo, aparentemente posible, de confrontar es pelear. En semejante ambiente como iban a poder ser tratados estos temas de otro modo que no fuese el negarlos, el descuidarlos, el ignorarlos; fuentes de semejantes sentimiento (todos ellos encontrados) en un país, un pueblo, que no sabe discutir sin pelear, sólo podrían generar caos. Entonces no se cuestiona, no se plantea, no se discute, no se razona, no…. Luego de tantos años, parece que en la Argentina el “no te metas” aun persiste como solución, por excelencia, de salvaguardarnos de todos nuestros problemas.
Todo lo hasta aquí escrito no es más que una opinión, una idea, una visión del asunto. Puede que equivocada o exagerada. Pero si esta al menos (más o menos) cerca de estar en lo correcto, quizás eso explicaría la falta de asistencia a los juicios, en los que en esta oportunidad, muchos “no se metieron”.
ESCALADA, Andrés N.
lunes, 30 de noviembre de 2009
Sobre el ausentismo
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