El Paraná se muere. Las grandes represas, la contaminación y la pesca indiscriminada destruyen su sistema hídrico, que es una de las mayores reservas de agua y alimento del continente. Nuestro río es un tesoro milenario de agua dulce, de alimento, de vida y de trabajo, que hoy ve su supervivencia terriblemente amenazada. Las mutilaciones que sufre el Paraná destruyen sus recursos naturales y ponen en riesgo la vida de cientos de personas que viven y trabajan en sus costas. La contaminación orgánica e industrial de millones de personas y miles de industrias, dan como resultado un río en el que la alarmante desaparición de los peces - que durante siglos fueron símbolo de su riqueza - es solo una parte de una catástrofe ambiental.
Una de las amenazas que recibe nuestro río desde hace 15 años es el dragado de su canal, que comenzó con la concesión de la vía Santa Fe- Océano a la empresa Hidrovía S.A. Dicha entidad, en su momento realizó los estudios de impacto ambiental de las operaciones de profundización de la vía navegable a 36 pies. Luego, los datos debían ser evaluados por la Secretaría de Medio Ambiente de la Nación, que hasta el momento se mantiene ausente. El dragado del Paraná en el 2007 permitió incrementar en 600 millones de dólares la capacidad de transporte de cereales a través del río. Pero lo que se hace ver como un avance para la economía regional, es considerado un paso atrás para las políticas ambientales. Elba Stancich, especialista de Taller Ecologista de Rosario, resalta que "el sistema río Paraná en su conjunto no se monitorea y no se efectúa una evaluación sobre la incidencia del dragado". Hidrovía S.A. solo realiza mediciones sobre el canal de navegación pero el Paraná es un valle de más de 50 kilómetros de ancho y hay miles de personas que viven en sus costas.
La erosión del río Paraná es cada vez más veloz para devorar la costa, ya que más de 15.000 embarcaciones con fines comerciales transitan anualmente en los dos sentidos frente a las costas de Rosario. Cada mes, 400 buques navegan por el Paraná. Esta cantidad de embarcaciones provoca un impacto directo sobre las costas, consecuencia del oleaje que genera el tránsito fluvial. Las organizaciones ecologistas aseguran que el fenómeno de erosión es producto del incontrolable dragado del cauce navegable del Paraná. Paradores, cabañas y casas de fin de semana quedaron al borde de la barranca. Vegetación, fauna silvestre y biodiversidad acuáticas se alteraron con la consiguiente modificación del ecosistema.
Otro aspecto a considerar es la pesquería en el Paraná, que se encuentra sobreexplotada. El recurso pesquero en nuestra región es hoy sólo la tercera parte que hace treinta años, que especies como el surubí pintado son diez veces menos abundantes y que otras especies prácticamente han desaparecido. El sábalo, por su parte, es un pez explotado vorazmente, especie clave del río, ya que otros ejemplares como el surubí, el dorado y la boga se alimentan de sus larvas. El panorama es alarmante también desde el punto de vista económico y social, ya se habla de 10 mil pescadores sin su trabajo de oficio. Los trabajadores de la ciudad de Puerto General San Martín expresaron su gran preocupación, asegurando que cada vez es menor la cantidad de peces que se puede recoger. Además, denunciaron que empresas como Petrobras y Cargill arrojan sus desechos a las costas del Paraná provocando, no solo la muerte de cientos de peces, sino también un olor nauseabundo en el que es imposible trabajar.
Florencia Testolín
lunes, 9 de noviembre de 2009
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